TARKOS, EL EJECUTOR
Símbolo:Un rayo
Alineamiento:Caótico bueno, Caotico neutral.
Arma predilecta: Alabarda.
Dominios: Guerra, fuerza, destrucción.
Principales Seguidores: Guerreros, Campeones divinos, Maestros de armas, Clerigos.
Tarkos, Diós del rayo es el brazo derecho y ejecutor del Hacedor, patriarca de Éberon. Abocado a comandar y liderar las huestes de este con brazo regio y firme lleva a acabo su tarea con estoicismo. Poco amigo de las normas de las que el mismo se vale para obligar a sus inferiores, deidades menores, Tarkos se ve en la continua lucha interna de el cumplimiento del deber bajo etrictas normas en contraposición con su espiritu libre.
Normalmente estas normas no suelen ser acatadas por su propia voluntad, y la consecución de los objetivos del patriarca y en definitiva de toda Éberon, suelen venir por vias distintas a las marcadas como politicamente correctas.
Impulsado por la gloria de la guerra, sus interminables horas están dedicadas unicamente a la perfección de las tecnicas de combate y el aprendizaje de nuevos patrones de lucha.
Aunque es una Deidad Mayor, canta alabanzas a Divad-Yam cuando entra en combate, consciente de que es una deidad ancestral y primitiva que convive ajeno a la lucha que por largo tiempo mantienen contra Balior con la esperanza de ser tocado con su llama inapagable, don que solo unos pocos gozan momentaneamente, cuya competencia comparte a igual de posibilidades que con los mortales eternianos.
Apesar de que Balior mantiene una guerra sin tregua contra Éberon, Tarkos siente un gran respeto por la Guardiana Suprema de la Puerta Negra, la Diosa del tormento, Maasu, con la que en más de una ocasión han cruzado sus aceros, saltando las chispas y las trallas de sus armas blandidas. Los choques entre ambos, brutales, reportan a Tarkos un aliciante extra en la guerra, pues la Guardiana supone para el una doble motivación, por un lado, un adversario digno y a su altura, y por otro, el placer de ver el rostro ensombrecido por la ira y la exitación de la sangre de la bella Guardiana, bajo la atenta airada mirada de Antiel el impenetrable.