NECROS, DIOS DE LOS MUERTOS
Símbolo: Cráneo
Alineamiento:Neutral Maligno, Caótico Maligno.
Arma predilecta: Guadaña.
Dominios: Mal, Muerte.
Principales Seguidores: Clérigos, Magos, Hechiceros.
Escuela de magia predilecta: Nigromancia
Cuando Necros tomó su trono en las profundidades más oscuras del bajo Balior, allí donde nadie mora, allí donde nadie pisa, supo que el destino de todos los eternianos estaba en sus manos, pues los macabros experimentos que había llevado a cabo al jugar con la vida de ellos, sus luces, le habían conferido el poder absoluto de decidir si vivían o morían.
Pero El Único no estaba dispuesto de ninguna manera a dejar en semejantes manos abocadas al mal tal poder de decisión, y lo que Necros pensaba que era un Don se convirtió en su cadena perpetua por el largo de los tiempos, ya que El Único lo condenó a ser el intermediador, el sumo preceptor entre aquellos eternianos que debían abandonar la carne, sus vidas, dando lugar a la ascensión como luces de Eternia al panteón y presentarse ante el, antes de dar cuentas ante él único.
Necros maldijo su suerte cuando supo que no era más que un títere del Dios supremo, y se consoló con derramar su ira sobre las luces que venían a postrarse temerosas ante el. Sin embargo, consciente de su poder mostró su repulsa a El Único de la única forma que podía, devolviendo a algunos a la vida convertidos en no muertos a viva semejanza de el. Muertos que caminan entre los vivos, sin más objetivo que hacer la voluntad de su amo, Necros.
Necros, envenenado por la frustración a la que le había sometido el Supremo, centro sus ansias de sangre y poder en algo a la alcance de su mano, Eternia entera junto con todo aquello que la compone, sus luces, las almas. Para ello, sello un pacto secreto con Antiel el impenetrable el cual en otros tiempos dio a Necros cobijo en el Balior. Aquel pacto suponía la involucración total de Necros en la guerra por Eternia del lado de Antiel, en donde se acordaron las partes, para Antiel Eternia, y para Necros sus luces.
Mientras sirve a con resignación obligada al Supremo, Necros conforma en Eternia una basta legión, una cruenta horda de No muertos de todo tipo de subrazas, con el oscuro y retorcido secreto de controlarlo todo y a todos, a Eternia, a el panteón y a El Único.
[/center]Necros maldijo su suerte cuando supo que no era más que un títere del Dios supremo, y se consoló con derramar su ira sobre las luces que venían a postrarse temerosas ante el. Sin embargo, consciente de su poder mostró su repulsa a El Único de la única forma que podía, devolviendo a algunos a la vida convertidos en no muertos a viva semejanza de el. Muertos que caminan entre los vivos, sin más objetivo que hacer la voluntad de su amo, Necros.
Necros, envenenado por la frustración a la que le había sometido el Supremo, centro sus ansias de sangre y poder en algo a la alcance de su mano, Eternia entera junto con todo aquello que la compone, sus luces, las almas. Para ello, sello un pacto secreto con Antiel el impenetrable el cual en otros tiempos dio a Necros cobijo en el Balior. Aquel pacto suponía la involucración total de Necros en la guerra por Eternia del lado de Antiel, en donde se acordaron las partes, para Antiel Eternia, y para Necros sus luces.
Mientras sirve a con resignación obligada al Supremo, Necros conforma en Eternia una basta legión, una cruenta horda de No muertos de todo tipo de subrazas, con el oscuro y retorcido secreto de controlarlo todo y a todos, a Eternia, a el panteón y a El Único.