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El Nacimiento de una Era

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1defalult El Nacimiento de una Era Sáb Mar 07, 2009 3:43 pm

Dark Barbie

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Era primera: El nacimiento de una era

<< Bajo el gran almendro, contiguo al tintinear perpetuo de un riachuelo, al cobijo de su sombra, un niño jugaba ajeno a todo sobre un enorme tapiz, finamente bordado con hilos de oro, y brocado con polvos iridiscentes de diamante que describía dibujos sinuosos de tierras mágicas, laderas, ríos, montañas, con nombres propios escritos en lengua ancestral y en el centro de aquel telar a medio dibujar había desparramado unos carboncillos con los que iba tejiendo lo que a su capricho sus fantasías ejercían.
A su derecha había dispuesto pequeñas figuras de mármol blanco, distribuidas a lo largo del tapiz y a la izquierda otras figuras de ónice negro que enfrentaban a estas. Sin embargo, el juego del niño, estaba centrado en dos figurillas, una de tamaño mediano, y otra de tamaño pequeño, que movía a lo largo del tapiz a modo de marcha por un punto alejado del resto de figurillas>>

Tras un largo viaje por los senderos interminables de las laderas del destino, acomodados en la sombra de un risco, padre e hijo descansaban de su peregrinaje. El hijo escuchaba relatar a su sabio padre las enseñanzas que un día recibiera de su mentor, y de cuanto había que agradecer a su Dios la buena fortuna que siempre habían recibido como tributo a las acciones desinteresadas y bien intencionadas que habían llevado. Tanta era la devoción que sentía el padre por su Dios, que el hijo había sentido en más de una ocasión la punzada de los celos y la envidia empañando su corazón y envenenando sus sentidos.

Cuantas veces había deseado no ser invisible para su padre, cuantas veces había deseado recibir el halago de la única persona que le había hecho sentir menos cuando debía haberle hecho sentir más. Después de todo, pensaba, un padre debía sentir más amor por su hijo que por su Dios. A pesar de aquellos celos, el hijo siempre mantuvo la esperanza de que un buen día, con obediencia, y recogimiento, ser el centro de las alabanzas de su padre, o al menos, se consolaba, ser felicitado.

Tras la vuelta a Éberon, en la Gran puerta dorada, en la rama de un frondoso árbol, balanceando las piernecitas les esperaba una pequeña niña de cabellos dorados, y rostro angelical. Sentada, tocaba la flauta con torpe habilidad sin percatarse de la presencia de ambos. Padre e hijo llegaron a su altura y aunque las notas estridentes y mal acompasadas no invitaban a la veneración, el padre sonrió a la niña, y aplaudió con gran entusiasmo. La niña dejó la flauta un lado y de un saltito bajó de la rama, para caer justo en los brazos del padre, que la abrazó con cariño y adoración, y le susurró palabras de ánimo y aliento por su labor con la flauta.

La sangre del hijo parecía bullir bajo su piel blanquecina y su rostro impertérrito, parecía estar tallado en piedra, pues no mostraba emoción alguna, pero la rabia que sentía cada vez era más profunda, y más difícil de controlar. No comprendía porque su hermana recibía por un mal talento aquellas dedicaciones de su padre, cuando el no había recibido nunca ni dedicación ni afecto.

<< Una canica luminiscente corrió por el tapiz cuando el niño la hizo rodar con sus dedos entre risas, haciéndola detenerse frente a las dos figuritas con las que jugueteaba y que las había desplazado hasta donde se encontraban el resto de figurillas de mármol blanco, y dejando la esfera pequeña centrada, dispuso a las figuritas alrededor, mientras espolvoreaba sobre ellas purpurinas de colores vivos y brillantes>>

El cielo se abrió y tras las nubes blancas una esfera brillante y luminosa descendió posándose sobre sus cabezas con un halo místico y divino que hizo que las gentes de Éberon se postraran ante el milagro que acaba de comenzar. Sus gentes, ataviadas con túnicas blancas, elevaron los brazos para recibir el regalo que su Dios les acababa de obsequiar entre alabanzas y cánticos sacros que llenaron el lugar.

El Padre, Hacedor, se acercó a la parte más próxima a la base de la esfera para observar con detenimiento aquella obra, y alzando sus manos en señal de protección para la esfera, comprobó, que era un pequeño mundo que describía océanos y tierras formándose milagrosamente ante ellos con ritmo lento pero constante, como aquel corazón infatigable que por cada latido insufla vida.

En un punto dado, la esfera comenzó a girar sobre si misma, como si de un eje invisible se sirviera y sin más, del cielo cayeron como lágrimas luminiscente miles de luces diminutas, que viajaban a través del cielo para descender a la esfera que giraba en su propio espacio y tiempo.




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La pequeña esfera reveló su secreto interior y se configuró en ella un entramado de luces diminutas, concentradas en pequeños puntos de porciones de tierra que se movían de un lado a otro, o permanecían aguardando en lugares estratégicos. El pequeño mundo ascendió a los cielos entre el brillo de los dos soles que reinaban y alumbraban Éberon, filtrando entre las nubes halos de una luz potente donde la esfera que pendía y pendulaba en el firmamento detuvo su marcha. Una pluma blanca descendió de los cielos, mecida con suavidad por las corrientes cálidas de Éberon, cayendo en las manos del pequeño, que la aferró con fuerza en una mano, y que le confirió desconocidos talentos que pronto descubriría.

Bajo la atenta mirada de todos los ebernianos el muchacho alzó la pluma con deliberada actitud de supremacía, y observó con desagrado el gesto de desaprobación que marcaba el rostro de su padre y el de todos los presentes que no entendieron aquella actitud que mostraba el joven.

Pero el Hacedor, consciente del corazón voluble de su hijo, presintió el poder que ejercía aquella pluma blanca, y el cambio sutil a priori que había provocado en su hijo. Se acerco a el, con la intención de que su hijo por propia voluntad dejara aquella reliquia sagrada en sus manos. Pero el Doumer, la pluma, ya había elegido a su dueño, y con conciencia propia, transmitía sus deseos al joven de forma que la manipulación que ejercía en el era sutil.

El Hacedor, extendió la mano, pero Tarkos irrumpió en aquel concilio improvisado que se había creado entorno al joven, acosado por los ebernianos, unos por curiosidad, otros por temeridad, y otros con la animosidad de poseer aquel regalo del único.

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2defalult Re: El Nacimiento de una Era Sáb Mar 07, 2009 3:44 pm

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Era primera: El nacimiento de una era


Un estruendo asoló Éberon y la noche más oscura y opaca se hizo. La tierra tembló y una sacudida hizo que los ebernianos cayeran al suelo.
Tarkos, comandante de las tropas de Éberon gritó:

-¡Balior nos ataca!... ¡A las armas!

Balior había sido espectadora secreta y muda de aquella obra y había decidido en ese momento quedarse con los presentes que el único había mostrado a Éberon. Maasu irrumpió en Éberon portando su látigo de cabezas de sierpes que siseaban y se retorcían en su cuerpo a la espera de la próxima víctima.

La guardia de Éberon se dispuso a repeler el ataque que los había pillado por sorpresa, pero Balior era un enemigo peligroso y había dispuesto todo de la forma más beneficiosa para ellos.

Tarkos divisó a Maasu su igual en la hordas de la oscuridad, y comprobó como uno de sus guardias le hacia frente. El guardia hizo un envite con su espada larga directo al estómago de la joven, pero esta con un simple movimiento, giró hacia un lado, evitando la trayectoria de la espada larga, quedando justo a la altura del guardia sorprendido, que alcanzó a ver la media sonrisa de la chica antes de que su látigo de varías cabezas impactaran en su cuello, y esta con la empuñadura firmemente asida tirara con brutalidad de ella hasta oír el crujido del cuello.

Maasu localizó a Tarkos en el lado oeste de la contienda, que aunque se batía en combate no la había quitado ojo en ningún momento. Con un salto magistral, Maasu extendió sus alas de plumaje negro y realizó un corto vuelo hasta descender próxima a Tarkos que la esperaba con una sonrisa socarrona bajo el yelmo precedido de dos guardias que le salieron al paso, pero Maasu lejos de querer entablar una confrontación con Tarkos, Dios del Rayo, ya había localizado a su víctima, el niño del Doumer, el portador de la pluma, que agazapado tras una roca observaba el derramamiento de sangre y el sufrimiento de sus allegados sin inmutarse lo más mínimo, sabía que tras la contienda, los muertos serían levantados, pues la muerte eterna no era un concepto real en su mundo, sin embargo, el dolor y el sufrimiento eran más que sentimientos reales difíciles de maquillar o enmascarar.

Maasu se encaminó con paso seguro en línea recta hacia su objeto. Con su látigo en la mano y un escudo con forma de lágrima de tamaño mediano en la otra, cuyas puntas estaban extremadamente afiladas, hizo frente al primer soldado de Éberon que la separaba de su meta, pero no estaba dispuesta a demorar mucho más lo que había venido a buscar así que cuando esté estuvo lo suficientemente cerca, dio un latigazo al suelo, que se estrello con violencia contra la tierra, restallando, y levanto una densa columna de piedras y polvo que cegaron momentáneamente al soldado. Con un ágil movimiento hizo correr a las siete cabezas de sierpes por el suelo y asieron por los pies al cegado, que cayo con estruendo al pavimento cuando esta tiro de ellas, y con un salto rápido, se subió a horcajadas sobre las caderas del guardia tumbado que admiró la exótica belleza oscura de la comandante de las hordas de la oscuridad antes de que esta sesgara su vida con el canto afilado del escudo. La Sangre salpicó la comisura de los labios de la comandante que con premeditación miró a Tarkos, y se pasó la lengua con deliberada lentitud por los labios lamiendo la sangre del compañero caído. Tarkos se puso tenso de deseo, y el cielo ennegrecido dibujó un rayo.

-Vas a tener que usar algo más que tus encantos para poder derrotarme, serpiente sibilina- Espetó con seguridad.

-Tarkos, cuando acabe contigo dejarás de echar "chispas"- enfatizó con una leve sonrisa.


Tarkos salió a la carrera para embestir con toda su estatura y fuerza contra Maasu, pero esta ya había adivinado su intención, y anclando sus piernas en una posición firme, espero que estuviera lo suficientemente cerca para poder esquivar su entrada deslizando su cuerpo hacia un lado, y luego girando sobre ella misma para posicionarse a la espalda de su contrincante, pero Tarkos era un hombre forjado en el fragor de la batalla, y conocía bien el patrón de lucha de la Diosa del tormento, así que cuando esta alzó su látigo segura de haber pillado por sorpresa al Dios del trueno, este no se giró, si no que echó hacia atrás su codo y con el mismo impulso hizo deslizar la hoja de su espada larga por su mano enfundada en un guantelete de metal, y la empuñadura, que había sido impulsada hacia atrás con rapidez encontró el esternón de Maasu, que se dobló de dolor y dejó caer una rodilla al suelo por la falta de aire.

Tarkos la miró con una sonrisa socarrona.

-Las serpientes como tu en el suelo deben estar, reptar es su modo de caminar.

Los ojos de Maasu estaban inyectados en rojo sangre, la rabia le hacia peligrosa, y Tarkos había tocado su fibra sensible, su frágil orgullo. Lo miró con expresión desafiante, y se levantó extendiendo sus inmensas alas para cubrirse el cuerpo por completo con ellas.

-Cubrirte con tus plumas no te va a librar de mi brazo ejecutor.- Dijo con tranquilidad mientras daba dos golpes secos con su espada larga cortando el aire, y se acercaba a ella con intención de finalizar el combate rápidamente.

Pero cuando se encontraba lo suficientemente cerca, Maasu extendió las alas bruscamente desprendiendo de ellas miles plumas negras como afilados proyectiles en dirección a Tarkos que tomado por sorpresa antepuso su escudo, aunque algunas plumas hicieron diana y perforaron su armadura de Adamantita. Sin embargo, cuando Tarkos pensó que Maasu había usado una artimaña poco efectiva, aunque si, sorpresiva, se dio cuenta que aquello no había sido más que un señuelo para dejar desprotegido sus miembros, y cubrirse el torso. Al alzar la mirada tras el escudo encontró a Maasu con una sonrisa macabra asiendo fuertemente su látigo que estaba tenso por las siete cabezas de sierpes, que lo habían aprisionado por piernas, brazos, muñecas y cuello.


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Se maldijo así mismo, pero sonrió secretamente por la habilidad de la mujer. Inmovilizado como estaba espero a la siguiente acción que esta ejecutara, y para su mala fortuna, esta se disponía a usar su escudo en forma de lágrima de cantos afilados contra el, que lanzó con suma precisión sobrevolando el espacio que los separaba hacia el punto débil entre la unión entre su yelmo y su armadura, su cuello. Tarkos encogió su cuerpo y luego lo tensó como si fuese un arma que genera una carga. Y de su cuerpo una explosión de luz sobrevino, electrificando con la combustión cada una de las ramificaciones del látigo hasta llegar a Maasu, que la despidió por los aires, haciéndola separarse de su látigo. Lo cual dio el suficiente tiempo a Tarkos para cubrir su cuello, aunque el impacto colisionó con su yelmo haciéndolo desplomarse como un muro contra el suelo inconsciente.

Maasu, magullada, y gravemente herida en el suelo, se retorcía de dolor por las punzadas de electricidad que aun corrían sin control por su cuerpo, y con las fuerzas que le restaban se levanto con pesadez en busca del muchacho que había estado siguiendo la contienda semioculto. Tras apartar a patadas y sin miramientos de su camino a unos cuantos ebernianos, asió al muchacho por el cuello alzándolo con una sola mano y lo miró a los ojos. El muchacho permanecía impasible mirándola.

-Dame la pluma y te concederé el privilegio de no sentir dolor.



-No harás tal cosa, mi hermosa Diosa, has llegado hasta a mi porque has respondido a mi llamada.

Los dedos del joven se estiraron hasta rozar con la yema de los dedos el rostro de la mujer que intento adivinar las intenciones de su enemigo natural mirando a través de sus ojos grises, pero solo encontró la nada, el vacío e intuyó que aquel eberniano era distinto al resto y si bien no estaba dispuesta a creer las afirmaciones que este hacia tampoco podía negar que algo de verdad hubiera en sus palabras, pues Balior se preparó para la guerra cuando Maasu sintió la atracción hasta Éberon. Maasu depositó al joven en el suelo fastidiada por el cambio de acontecimientos.

-¿Y tu mocoso quien eres?

-Mi nombre es Antiel. Tu señor.


Maasu torció los labios en un intento vano de sonrisa y alzó su mano dispuesta a darle un revés con el anverso de su mano enguatada en su brazalete de acero adornado con punzantes aguijones. Pero cuando esta iba a ejecutar tan simple golpe algo refrenó su avance, como si un muro invisible protegiera a aquel joven. Por más que lucho contra aquel campo extraño de energía, su mano invasora no lograba penetrar esa especia de barrera.

Bajó su poderoso brazo en señal de rendición y Antiel la miró con la propia inexpresividad que le caracterizaba, sin embargo se acercó a ella para volver a rozarle el rostro con suavidad.

-Mi pequeña Diosa del tormento, pronto te darás cuenta que estás abocada a servirme y yo a reinar sobre ti, sobre ellos y sobre la esfera luminosa y todo lo que ella conlleva.

-No lo entiendo- Se acarició de forma descuidada el cabello- No he podido, o mejor dicho, no se me ha permitido destrozarte esa preciosa carita de niña que tienes. Sin embargo puedes acercarte a mí, y la barrera que ha habido hace un momento entre nosotros ha desaparecido… ¿Cómo puede ser?

-Yo solo y solo yo puedo permitirte acercarte a mi, está pluma ha conferido en mi un poder especial que me ha transformado… ¿Acaso no ves la diferencia?

Maasu observó a Antiel y comprobó que el niño que observaba salvaguardado tras la roca había estado transformándose a medida que el derramamiento de sangre surgía y fluía. Sin explicarse como, había nacido un nuevo ser, bautizado en el fragor de la batalla, en el dolor y sufrimientos de sus allegados transformándolo en un ser distinto, tanto físicamente como mentalmente.

Antiel se irguió en toda su estatura y desplegó dos enormes alas de plumajes grisáceos que hasta ahora había mantenido ocultas. De pronto lo vio claro.

-¡Quién eres!- Gritó recelosa pero segura de la respuesta. Pues los anales del Balior habían anunciado hacia siglos su llegada.

La mirada de el sobrevoló el cuerpo de la mujer hasta clavar su ojos grisáceos y carentes de emotividad en los de ella.

-¿Aun no te has dado cuenta? ¡Yo soy Antiel, el impenetrable!

Y los fuegos fatuos, las llamas imperecederas del oscuro Balior ardieron y crepitaron ante la llegada de su nuevo Señor.

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3defalult Re: El Nacimiento de una Era Sáb Mar 07, 2009 3:45 pm

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Era primera: El nacimiento de una era


Un clamor de excitación ensordecedor llenó el lugar ahogando cualquier intento de conversación.
Antiel volvió a levantar las manos para calmar la animosidad desbordada de la multitud que calló en el acto dispuesta a oír cada una de las palabras que su Señor pudiese decir.

-Os traigo una promesa-Su mirada sobre voló el gentío mientras acariciaba con los dedos la pluma, el Duomer, que aferraba en un puño y enfatizó luego.- ¡La destrucción de nuestro enemigo, Éberon, y el reclamo de nuestro legado!… ¡Eternia!

Y alzó la mano que aferraba la pluma en señal de victoria y las voces en todo el Balior se alzaron y proclamaron su nombre una y otra vez, una y otra vez de forma incansable. Antiel estaba satisfecho.

Pero al seguro resguardo de las sombras, un par de ojos fisgones y entrometidos había estado observando la escena que hacia escasos momentos había acaecido y en especial, había despertado su interés y curiosidad aquella pluma que con tanta fuerza aferraba el Señor del Balior.

Maasu se adentró por los oscuros pasadizos húmedos y lúgubres de la fortaleza del Bajo Balior sin más iluminación que la débil lumbre que le proporcionaba la llama de una tea, en dirección a la sala de reuniones de los clanes. Sin embargo, al pasar por una gran arcada de piedra, las cabezas de sierpe de su látigo, que reposaba en su ancho cinturón de cuero, sisearon nerviosas y se retorcieron. Alguien más había en el pasadizo aunque sus ojos no lo vieran, aunque tenía una ligera sospecha de quien tenía la suficiente habilidad para entrar en aquella fortaleza infranqueable sin ser detectado.

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-¿Por qué has venido? ¿Acaso he reclamado tu presencia?- Dijo con indiferencia, sin dirigir su voz a ningún punto concreto del lugar.

Una sombra oscura se dibujó en la pared cobrando poco a poco la nitidez, cuyo rasgos conformaban a un ser de aspecto humano, que cubierto de pies a cabeza del más impoluto luto sin mostrar atisbo de piel, más que el azul gélido del color de sus ojos reposaba apoyado en la pared jugueteando a lanzar y atrapar con la manos unos dados.

-Hermosa mia, tus serpientes siempre logran arruinar mis sorpresas- Chasqueó la lengua- He visto que hoy se dispone una fiesta, creo que no me ha llegado la invitación y no deseo que paseis privaciones nocturnas- Se burló.

-Lárgate Enigma, cuando te necesite te lo haré saber.-Y Maasu continuó su camino por el largo pasadizo sin tan si quiera reparar en el.

Enigma entrecerró los ojos con un destello peligroso en su mirada y con una reverencia desaparecio sin más rumor que el eco tardio de unos dados rodar.

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4defalult Re: El Nacimiento de una Era Vie Mar 20, 2009 11:58 pm

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Era primera: El nacimiento de una era

***


Tras la madurez de Antiel como Señor del Balior, y el Doumer en su total control, este se aventuró a llevar a cabo la primera guerra, una de tantas que en el futuro tendría, contra Éberon, a pesar de la negación sutil que “La pluma” le dictaba, sin embargo, la manipulación de la reliquia en su portador con el paso de los años había sido relegada gracias a la fuerza mental de Antiel. Y desobedeciendo los consejos de esta, mando llamar a Maasu que llevaba en sus manos la llave dorada de las puertas de Éberon.


En la primera guerra que tuvo como escenario a Éberon donde se haya el trono de El Hacedor, en la primera era de Eternia, Enigma, Dios del latrocinio, sustrajo con sucias artimañas la llave de Gran puerta Dorada de Éberon a Velazka, hermana carnal de Antiel y Diosa del eterno acorde, y seguido por sus propios intereses, y el capricho de impresionar y conquistar a Maasu le entrego la llave dorada a esta, desequilibrando la guerra y dando una gran ventaja a los ejércitos de Antiel el impenetrable.


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Sin embargo, La Tejedora de Sueños, tuvo que intervenir y creo una Puerta ilusoria que llevo al estrepitoso fracaso de la incursión llevada acabo por Maasu y Antiel.

***

Allí, en la nada, bajo el más estricto silencio, suspendida sobre una nube de polvos iridiscentes, permanecía absorta tejiendo con sus blanquecinos dedos los hilos mágicos de su telar cuando Velazka encontró a La Tejedora de sueños, que había sido espectadora y participante involuntaria en la guerra que mantenía el panteón.

Al llegar a su altura y sin alzar su rostro, los dedos de la tejedora cesaron en su labor y sin mediar palabra alguna, surgieron de la nada Antiel, Maasu y Enigma que rompieron el mudo pacto de silencio, llenando el lugar de sus grotescas carcajadas.

El sonido de sus risas le martilleaba en las sienes incesantemente, sus imágenes se confundían unos con otras. Se sintió perdida, y miró a la tejedora, que permanecía indiferente ante el macabro cuadro.

Velazka sintió la punzada de la traición y retrocedió dos pasos dispuesta a no dejarse vencer, y con un suave movimiento de sus dedos una pequeña arpa surgió de la nada emitiendo fuertes notas como latidos de un vivo corazón.

Elevó su suave voz por encima de las risotadas, y como si fuera un huracán, de su garganta surgió la más potente melodía, adornada de una satírica lírica que condenaba a Antiel, Maasu y Enigma.

Las imágenes se quebraron, y la ilusión terminó. No había sido más que otro juego cruel de la caprichosa tejedora.

Velazka, hincó una rodilla en el suelo obcecada en su empeño a no irse sin lo que había venido a buscar y le rogó que sellara la Gran Puerta Dorada, no convencida de sus propias habilidades como guardiana, sin embargo la tejedora no estaba dispuesta a inclinar la balanza una vez más en favor de Éberon.

Una imagen de la Tejedora apareció a la altura de la Diosa y tras observarla con cierta expresión de burla, le advirtió y aclaró a Velazka que su intermediación había sido respuesta a su propia vanidad y a su férrea voluntad de poder controlarlo todo, Bien y Mal, y si bien, en este sentido, había sido beneficiado unos, de cualquier otra forma podían obtener su favor otros.

Velazka alzó el rostro mientras se incorporaba dispuesta a hacer alarde de la niña inocente y dulce que llevaba en su interior, pero sus sentidos la hicieron ponerse alerta, su agudizado oído sintió el eco tardío de unos dados rodar. Conocedora de los sonidos, supo antes que la Tejedora, que Enigma se acercaba, e intuyó el vínculo que estos compartían. Miró a la Tejedora, y recordó que había intercedido por ella.

Sin decir más, se alejó y se prometió que en los tiempos venideros endurecería su carácter, pues de ella dependía el destino de Éberon. Ella, era la guardiana Suprema de la Gran Puerta Dorada.


***


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5defalult Re: El Nacimiento de una Era Sáb Mar 21, 2009 1:04 am

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Era primera: El nacimiento de una era

***

La tejedora, con parsimonia y constante con su labor, siguió enredando en su telar mágico, creando quimeras e ilusiones en los sueños de algún eterniano.

Fija siempre en su cometido y sin apartar la vista de sus hilos, en aquella fingida soledad una imagen de ella se duplicaba y caminaba con paso lento, arrastrando con pesadez sus largos ropajes hacia ninguna dirección aparente de aquel baldío terreno.

-Parece que la “querida” hermanita del Señor del Balior se ha ido justo cuando llego yo. Que descortesía por su parte- Se burló Enigma- ¿Visita social?-inquirió.

La Tejedora giró la cabeza, sumida en un silencio que parecía perpetuo, siguiendo con la mirada el camino que había tomado Velazka como si aun pudiera verla alejarse y con suavidad volvió a girar la cabeza para prestar atención a su interlocutor.

-¿Y bien?- Presionó.

Se encogió de hombros con lentitud como única respuesta y Enigma frunció el ceño de frustración e impaciencia.
Sabía bien que la Tejedora de Sueños no era una mujer fácilmente manipulable y opto por no continuar indagando ya que sus preguntas podían esperar. Lo que necesitaba de la Tejedora era otro tipo de respuestas que le merecían mucho más interés.

-Cada vez que os veo…-Carraspeó para aclararse la voz y modular su voz para que sonara lo más seductora posible-…Vuestro cabello color de nácar me corta la respiración, hermosa mía.

La tejedora lo miró con una ligera sonrisa que curvo sus finos labios en una suave mueca. No había que ser demasiado inteligente para saber que tras esa pose gallarda perseguía algo más que el rubor, y divertida con los nuevos acontecimientos que habían tomado las cosas decidió dejar que Enigma continuará con su pantomima.

***
La mirada sibilina de Maasu recorrió fugazmente sus pensamientos cuando observaba en silencio el cuerpo lánguido y blanquecino que yacía a su lado en la ancha cama, enredando sus piernas entre las sabanas y su cabello largo y sedoso desparramado por el ancho de la almohada, pero desechó rápidamente cualquier pensamiento que se alejara de su objetivo y se sacudió con tranquilidad la ropa. Copular suponía para él dejar al descubierto más que un trozo de carne, más nada.

Se reincorporó del lecho ansioso por ver los resultados de sus habilidades poco ortodoxas. Si había logrado aflojarle las piernas no veía porque no podía aflojarle la lengua.

-¿Qué es lo que persigues?- Pronunció la Tejedora, rompiendo el pacto mudo de la noche.

Los pensamientos de Enigma se interrumpieron de golpe que sorprendido por las palabras directas de la inteligente Tejedora de Sueños. Se preguntó secretamente desde cuando sabía que había estado actuando, y rió para si al comprender que había sido un cazador cazado.

-Hay algo en lo que estoy verdaderamente interesado. Es un poderoso objeto mágico, sin embargo no sé nada él- Dijo sin rodeos- Ni de lo que puede reportarme si me hago con el- Pensó.

-¿De qué hablamos exactamente?- Interrogó.

-Prefiero mantenerlo en secreto…Pero dado que tú conoces el verdadero nombre de los artefactos mágicos y los poderes que encierran…-Se interrumpió y caviló unos segundos-…Es una pluma mágica- Dijo con franqueza.

-Plumas mágicas…-Pensativa, se apartó un mechón de cabello del óvalo del rostro. Lo miró escrutadora- …Jamás había oído hablar de artefactos mágicos con forma de pluma…- Sonrío cruelmente y añadió- Lamentablemente Enigma hoy tus habilidades no te han servido de mucho ¿no?- Y se desvaneció lentamente hasta desaparecer.

-¡Espera!- gritó.

Y la verdadera naturaleza de la Tejedora de Sueños se materializó de golpe delante de el. Sentada sobre su silla, y en su telar mágico, sin apartar la mirada de su labor, y enredando en sus hilos mágicos.

-Las respuestas que buscas te las darán Belia, La conocedora, o Sorcen. La pregunta es… ¿Te las darán?- Y curvó los labios en una sonrisa mientras se desvanecía de nuevo.

El Nacimiento de una Era Plumita


Enigma maldijo su suerte ya que era persona non grata en Éberon y dudaba que Velazka lo dejará traspasar la Puerta Dorada sin presentar combate tras haberle afanado la llave dorada. Aquella mujer infantil podía alzar cánticos que destrozaban y castigaban sus sentidos, cosa que solía hacer casi a menudo por entretenimiento, ya fuera una simple canción o tocar su flauta. Estando ella cerca, su innata habilidad para ocultarse se veía afectada.

Sin embargo, cayo en la cuenta, había encontrado la solución en sus reflexiones. Una risotada acudió a su garganta mientras su mente calculadora conspiraba. El tenía la llave de Éberon y quizá con un poco de suerte podría engañar de nuevo a “la portera”.


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6defalult Re: El Nacimiento de una Era Lun Mayo 25, 2009 8:27 pm

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El llanto de la niña resonaba en la oscura y lúgubre sala del trono, apenas iluminada por unos braseros de fuego fatuo, como una cantinela incansable el lloro del bebe acompañaba las ensoñaciones de Antiel, mientras sentando en el amplio trono de piedra tallada observaba con ojos vacíos e inmerso en su propio delirio la pluma entre sus dedos, que se pasaba entre ellos con lentitud como un juego de movimientos hipnóticos.


Parecía una pluma de los más común, visiblemente no se diferenciaba a ninguna otra que hubiera visto, solo aquellos ojos capaces de ver más allá de todo lo visible e invisible veían un contorno iridiscente, tenue pero bien diferenciado. Aquel que la poseía, sentía al instante, con solo tocarla, la gracia de ser bendecido con una energía desbordante más allá de todo lo conocido. La reliquia tiene conciencia propia y muchas veces elegía a su propio portador emitiendo pequeñas ondas que eran captadas por el electo. Aunque esto no siempre sucedía. Antiel sabía, que incluso en el caso que esta ya no estuviera con el, parte del poder que le había sido donado no se desvanecería por su falta, pero que cuanto más cerca estuviera de ella, más crecería su potencial.

Realmente no entendía al "El Único" Rey de reyes, Dios de los Dioses, y si ese regalo realmente había sido para él. El Único no había intervenido, y supuso que la suerte estaba de su lado, y era hora de hacer brillar su voluntad, aquella que durante tantos años su padre había aplastado, y su hermana ignorado. Todos creyeron que era el cordero de Dios, manejado y guiado como una res por su padre, El Hacedor, sin más opción que aceptar el destino impuesto, sin opción a la oposición, todos lo creyeron, pero el no era el cordero de Dios, el era el lobo de Dios, el no era la presa si no el cazador, pensó.


El carraspeo de Sorcen lo devolvió a la realidad. Aquel despojo que tenía frente él, su sola espantosa y grotesca visión, levantaría y revolvería el estomago más duro, haciéndole vomitar su propia bilis. Lo miró sin expresividad recorriendo con poco disimulo lo que quedaba reconocible en el cuerpo de aquel Mago. Si su rostro pudiera haber mostrado cualquier emoción, esta sin lugar a dudas hubiera sido un total desagrado. Dirigió luego, su mirada al bebe que no había parado de llorar en el regazo de aquel despojo de huesos y carne, cuyo rostro, si es que podía llamarse así, parecía una vela de cera a medio derretir.

-Sorcen, no es mi voluntad inmiscuirme en tus asuntos, pero por tu bien espero que eso no sea tu cena- Señaló al bebe mientras le lanzó con firmeza una vieja y raída túnica negra.

No era compasión por el bebe, si no más bien un asunto de posicionar y demostrar el orden natural de la jerarquía balioriana, caótica en exceso pero con una fuerte y necesitado aparente orden en la jerarquía de sus mandos. Sorcen acababa de llegar al Balior desde Éberon, y ambos sabían, como ebernianos naturales, que la formas de vidas de unos y otros distaban mucho entre si.

-Es Necros, mi señor...- Atrapó con su mano huesuda la túnica y se cubrió con ella, subiendo inclusive la capucha hasta quedar completamente en el anonimato su deplorable aspecto.-... El bebe, no es más que una niña que he tomada prestada como pupila- Desde luego, Necros no pensaba revelar el verdadero parentesco que unía al bebe con él, consciente del odio extremo de Antiel por las relaciones paterno filiales.

-Te he legado un lugar apropiado para ti, lejos de todos, en la zona más meridional del Balior, bajo la superficie. Tus desagradables experimentos y tus abominables prácticas con las Luces de Eternia te han condenado a una vida eterna de servidumbre.

Los ojos, o lo que quedaba de ellos se abrieron con expresión de sorpresa. Antiel sabía que El Único lo había condenado.

-Pero serénate, estás aquí por que eres un mago poderoso, y me servirás bien. Además...- Se paso una mano distraídamente por el cabello azabache.- Dudo que tu hermosa mujer, Belia, te encuentre allí. Ahora retírate.

Si los ojos carentes de Antiel hubieran podido danzar juguetones con la típica chispa de burla, lo hubieran hecho.



***


Se miró al espejo de plata pulida para reflejar su impecable imagen en ella. La túnica blanca, caía suavemente hasta los pies, y un ancho fajín dorado marcaba la delgada figura. Pensó en la hermosa mujer de bucles de oro y rostro sereno. No solo era una mujer hermosa, también era una mujer extremadamente sabía, aunque suponía que eso no significaba obligatoriamente ir acompañado de inteligencia.

Acompañó el atuendo con una ancha gargantilla de líneas elegantes, y decoró sus dedos pálidos con algunas sortijas elegidas con cuidado. Le faltaba el último detalle, pero se detuvo un instante a mirarse el rostro mientras por su mente pasó la imagen de la otra mujer, también hermosa, y por añadido talentosa, y pensó con una sonrisa sarcástica mientras se colocaba una elaborada máscara que no podía hacer esperar a la dama, su "portera".

Los dos soles que iluminaban Éberon brillaban en lo más alto del firmamento coronando la hermosa gran puerta dorada. Pocos eran los que salían de la ciudad pues más allá de esas tierras no había nada que atrajera la curiosidad de los ebernianos y era extraño ver entrar y salir de la ciudad a cualquier. Pero Enigma sabía que el linde que separa a Éberon del Balior es una basta extensión que alberga a extraños seres que poco o nada tienen que ver con estos primeros, aunque alguna vez se ha oído hablar de visitas inesperadas a Éberon por estos.

Enigma podía haber usado sus habilidades pero Velazka gozaba de un oído excepcional, y si hubiera escuchado cualquier sonido sospechoso, hubiera alzado una melodía que anulaba sus habilidades. Si hubiera sido descubierto cometiendo esa acción flagrante, es posible que hubiera tenido alguna consecuencia desagradable para él. Tampoco podía esperar que esta abandonara su vigilancia, puesto que los guardianes supremos están interconectados a cualquier entrada conocida o desconocida de la ciudad, y aunque no estén presentes, el oído de Velazka, en ese caso estaba, y si era detectado, inmediatamente se hubiera teleportado al lugar, por lo que tampoco le habría valido la pena esperar. La mejor opción era ir de frente hacer de su debilidad su punto fuerte, la vista.

Se encaminó hacia la puerta con paso tranquilo, pero antes de que se encontrará menos de dos metros, Velazka apareció suspendida en el aire, con su pequeña arpa en la mano, y tocando unas delicadas notas de advertencia.

-¡Deteneos viajero! ¿Quién va?

Enigma hizo una grácil reverencia, y se reincorporó en el acto.

-Salud, Guardiana Suprema. Mi nombre es Marlok, habitante de las laderas del destino.

Velazka hizo una pausa mientras estudiaba al extraño.

-Sois un mal actor, la interpretación no es lo vuestro.- Enigma se maldijo por dentro.-... Sin embargo, no es razón suficiente para denegaros la entrada. El motivo por el que interpretáis no es de mi incumbencia, vuestros asuntos son vuestro...Pero si es de mi interés el motivo que os trae a mi puerta. Pensad bien lo que vais a responder, si no es la respuesta adecuada no pasareis.

Enigma caviló un segundo. Si mentía, es probable que Velazka lo supiera, pero lo más seguro es que no pudiera detectar si mentía o no. No obstante, no tenía tiempo para averiguarlo.

-Guardiana Suprema, mi deseo es ver a La Conocedora, busco la verdad.

- Y en verdad habláis con ella, por lo que podéis pasar. Pero vuestra estancia está limitada a La Conocedora. Hallad vuestras respuestas y salid.

Enigma pasó sorprendido, no porque hubiese conseguido pasar, si no porque en verdad Velazka, si hubiese mentido lo hubiese sabido, y sin poder evitarlo, el sentimiento que tenía de menosprecio hacia ella fue relegado por uno de respeto. La portera, como la había llamado en el pasado realmente se había convertido una la Guardiana Suprema de Éberon.

Llegar a la morada de Belia no le costo demasiado, pues se haya en la zona más alejada del bullicioso centro de Éberon. Tan solo había que seguir un camino a través de las zonas verdes. Su casa reposaba en la ladera de lo alto de una colina. Construida de blanca piedra de mármol, resguardaba el hogar de calor de los soles, y mantenía la morada en un ambiente óptimo de humedad y frescor.

A medida que Enigma pasaba por los distintos corredores observo el silencio que reinaba en el lugar, y la aparente soledad. Había escuchado que muchos ebernianos hacían cola en la casa de Belia en busca de su palabra, su consejo o con la esperanza de que les agorará un prospero futuro, sin embargo, aquella visión que ofrecía la casa solariega era muy distinto a lo que había imaginado.
Su sexto sentido lo puso alerta, y camino con recelo pero sin abandonar el perfecto papel que había ido desempeñando en aquella ciudad.

Un largo corredor lo llevó hasta la biblioteca, que guardaba innumerables libros polvorientos en sus estantes, en atriles, o bien amontonados en pilas en el suelo.
Pasó un rápido vistazo por las distintas secciones buscando algo que le diera una pista, y se quedó mirando un gran tomo abierto por la mitad que descansaba en un atril protegido por una vitrina de cristal. La encuadernación era de piel marrón profundo y las hojas, vacías, y sin palabra alguna impresa tenía los bordes dorados.

-Esa es una de mis obras favoritas…
Una voz suave resonó contigua a el. Alzó el rostro y asomó su nariz por encima de una pila de libros, que le había impedido ver a la mujer subida a una escalera bajando un libro.

-Hace tiempo que nadie viene a mi hogar, por lo que creo que debéis se extranjero – La voz de la mujer tenía un tinte melancólico, y el rostro, aun hermoso, estaba marcado de una profundas ojeras oscuras que contrastaban con la su piel nacarada y con las pestañas rubias-…Todos se empeñan en que debo descansar... ¡Paparruchas!

Bajó de un salto las escaleras con el libro entre los brazos y pegado al pecho.

-Salud Dama, mi nombre es Marlok y he llegado desde lejanas tierras en busca de respuestas. Estoy buscando a La Conocedora o a su marido, Sorcen.

La mirada de la mujer destelló un leve reflejo iridiscente peligroso a la sola mención de Sorcen, que Enigma rápidamente tradujo. Algo había pasado en esa casa, algo muy grave que había llevado a estado deplorable a Belia.
Rápidamente rectificó su error.

-Disculpad mi ignorancia Conocedora. No os reconocí. Lamento profundamente la confusión y traer a vuestra memoria recuerdos dolorosos.- Desde luego, Enigma desconocía que había ocurrido, pero no estaba dispuesto a irse sin la información que había venido a buscar.

-Sorcen ha muerto…

-Os doy mi pésame, y reitero mis disculpas.

-Sorcen ha muerto, pero Necros vive, y tiene algo de incalculable valor que me pertenece.

Enigma, codicioso por naturaleza no pudo evitar preguntar, amigo de lo ajeno, su mente se dejó llevar por la posibilidad de poder obtener un extra a lo que ya tenía entre manos.

-¿Puedo hacer algo por ayudarla? Toda ayuda o consejo es bueno para recuperar lo perdido, si no puedo ayudaros, al menos no perderéis más de lo ya perdido- presionó.

-Amigo Marlok, hay sabiduría en vuestras palabras- Suspiró- Mi mayor tesoro es mi hija, y el la ha secuestrado. Pero el Balior lo ha acogido como a uno de ellos, y me temo que con el, a mi hija también…

Las fantasías de Enigma se esfumaron como el humo.

-¿Cómo es que Necros pudo entrar en Éberon? ¿Cómo llegó?

-Porque nunca llegó, el siempre estuvo aquí. Necros no es más que la antítesis de Sorcen. Ambos son la misma persona… Sé que es imposible rescatar a mi pequeña, pero algún día sé que ella vendrá y entonces sabrá la verdad.
Así que Necros había llevado a su hijita al Balior, pensó sibilinamente. Una relación paterno filial no era raro en el Balior, pero una relación paterno filial de un eberniano acogido en el Balior, y que había ocultado a propósito dicha relación a Antiel seguramente traería consecuencias desafortunadas a Necros. De aquella información Enigma podría sacar provecho, no le cabía duda.

-Dama Belia, esta información será usada de forma sabia, os aseguró que haré con ella lo más beneficioso- Para mi, pensó para sus adentros.


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7defalult Re: El Nacimiento de una Era Mar Mayo 26, 2009 8:20 pm

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-Bien, basta de charlas- Apremió- Habeis venido en busca de sabiduría, y por El Hacedor, que estoy en perfectas condiciones para guiaros hasta hallar lo que buscais.

Enigma se ajustó el fajín dorado, y metió sus manos dentro de el, dejando una pose relajada.

-Existe un objeto, una reliquia sagrada de la cual quisiera informarme. He intentado indagar sobre su origen y su potencial, pero me temo que poco he logrado saber de ella.

-¿Cómo es el objeto?- Preguntó Belia, mientras se encaminaba rápidamente por unos de los corredores de la inmensa biblioteca en busca de algún libro que tenía en mente.

-Una pluma.

Belia se paró en seco y se giro sobre sus pies para escrutar al hombre que tenía frente a ella.

-¿Habláis de la Pluma de Antiel?- Su suave voz, sonó más tosca de lo que hubiese deseado.

Enigma notó el cambio en la tonalidad y se apresuró a contestar. Esperaba en verdad que La Conocedora gozara únicamente de su sapiencia y que esta no viniera acompañada de ninguna habilidad secreta que este desconociera.

-Así es Dama Belia. En las solitarias laderas del destino, donde las almas errantes vagan por la inmensidad de la nada, algunos como yo hemos oído hablar de la pluma que Antiel porta, sin embargo, muchos creemos que dicho objeto es una creación malévola.- La miró esperando el resultado.

-¿Malévola?... No estoy segura de ello, estoy más de acuerdo que la pluma no es más que el reflejo del alma del portador. Y desde luego, en manos de ese niño consentido y bastante errático es un doumer muy peligroso…

-Quizá sería conveniente que la pluma desaparezca de sus manos.

-¿Y quién a su juicio sería digno poseedor de tal don?

Enigma sabía que le estaba poniendo a prueba.

-Me temo Dama Belia, que no tengo respuesta para esa pregunta. Lo mejor sería que desapareciese.

-Amigo Marlok, la pluma debe ser devuelta a su legítimo dueño, nuestro patrón El Hacedor.

-¿Y no sería eso desequilibrar la balanza?

-Sabía pregunta, pero el peor de los males sería mi afirmación.

-Un punto de vista un tanto unilateral, mi señora.

Belia soltó una jovial risa.

-Quizá tengáis razón, pero venid, vamos a buscar respuestas… ¿Eso habéis venido a buscar, no?

La Conocedora volvió sobre sus pies seguida muy de cerca de Enigma, que memorizaba cada uno de los pasillos que cruzaba y se perdían por la inmensa biblioteca. Tras andar unos cuantos metros, llegaron a un pequeño recoveco flanqueado por una puerta de roble ajada y aparentemente pesada, tachonada y contrapesada de vigas de acero, que la reforzaban.

Sacó de un bolsillo, un arete que contenía diversidad de llaves de todos los tamaños, e introdujo en la cerradura de la puerta, una llave ancha, que giro hasta que sonó un crujido metálico y la puerta se abrió pesadamente haciendo rechinar los goznes.

-Pasad, pasad. En esta habitación tan solo se encuentran los tomos más delicados, más antiguos, o manuscritos que debido a su contenido es mejor ocultar.

Enigma entró sin vacilar, aunque un tanto desilusionado. Su mente se había dejado llevar por la seguridad que ofrecía aquella puerta, cuanto más protección más valor guardaba, pero había olvidado una vez más, que La Conocedora tenía una idea bastante alejada a la de él de lo que era valioso y no.

En el centro de la habitación, se encontraba dispuesto un tomo de idénticas dimensiones al que había visto al entrar en la biblioteca. Eran iguales, pero a diferencia, este no estaba protegido por ninguna vitrina de cristal.

-Veo en vuestra mirada el desconcierto, amigo Marlok, pero no os turbéis, este es el original, el otro es simplemente una réplica.

Se acercaron ambos al atril, donde reposaba el libro, con sus páginas amarillentas en blanco, vació.

-Este libro recibe el nombre de libro de los tiempos. Del ayer, el hoy y el mañana. Pertenece al Único. Sus páginas parecen calladas, pero hablan continuamente, si somos capaces de escuchar.- Pasó una mano suavemente por una página, y las palabras como polvos de oro aparecían y se desvanecían a la vez que sentían el calor de la mano de Belia.-… No todos saben leerlos, pero por suerte yo sí –Sonrió.

-¿Realmente hallaré respuestas?

-Si son para tus oídos sí.

-Entonces veamos que hay para mí en el Minacrón.

-Siéntate y escucha. Solo puedo leértelo una vez, pues lo que muestra es algo que El Único te permite saber, hoy y ahora, mañana…mañana quizá la lectura fuera diferente.

Enigma sacudió sus ropajes y se acomodó en un sillón de amplios cojines dispuestos en el suelo, mientras La Conocedora, pasaba los dedos por una línea imaginaría que suponía sería una frase dentro de un párrafo.
Belia transmitió en primer lugar las cualidades del objeto que no eran ningún secreto para ambos, y ratificó lo que ella le había hecho saber, la naturaleza de la pluma era la naturaleza del portador. La descripción del objeto y las innumerables cualidades y beneficios parecían no tener fin, una tras otra eran descritas por ella, lo que no hizo otra cosa más que incrementar las ansias de Enigma de poseer aquel duomer.


-¿Eso es todo?

-No, parece que hay algo más.

Belia pasó los dedos rápidamente por otra página y recitó.



Cuando los dos grandes reyes caigan,
Las serpientes tendrán con él su velada,
Los dados probarán su suerte,
Y las cartas estarán echadas.



Belia miró insistentemente a Enigma y este se encogió de hombros.

-Es un acertijo.

-Eso parece, ¿Pero podéis decirme que significa?

-Caminemos hasta la entrada, se ha hecho tarde y debo regresar a mis quehaceres.

Enigma sintió que su anonimato había sido de alguna forma burlado por El Único, y La Conocedora había descubierto su secreto.
Caminaron en silencio durante el trayecto hasta la salida. Belia abrió las puertas y descendió dos peldaños de las escaleras que llevaban hasta su hogar. Aguardó en silencio mientras el las bajaba con el acertijo dando vueltas en su mente.

Al completar las escaleras la miró.

-Aunque sé que no soy de vuestro agrado, e incluso despreciáis mis métodos me permito recordaros que no pertenezco a aquellos que os causan dolor. Es una simple cuestión de elección… ¿Preferís que la tenga él, o qué la tenga yo? Al menos yo tengo el valor para ir tras lo que ansío sean cuales sean mis motivaciones.

-Cuando los dos soles se hayan ocultado, esta noche, La Guardiana Suprema, Maasu estará con Antiel, como hombre y mujer, solo entonces tendrás la oportunidad de arrebatarle la pluma…Aunque El Único ya ha decidido cual será el desenlace.

Enigma hizo una pomposa reverencia.

-No os confundáis. Si os lo transmito es porque El Único así lo quiere. Son las palabras expresamente escritas para ti, debían ser oídas. Ahora vete, tu presencia no es bienvenida en mi hogar.

Los soles casi se habían puesto, y Enigma corrió como una gacela hasta la Puerta Dorada de Éberon, donde Velazka lo vio marchar tal y como le había exigido.

-¿Qué es lo que quería exactamente?

-La Pluma de Antiel. De cualquier forma, de Antiel o de Enigma, Éberon tiene un problema.

La Tejedora de sueños y Belia observaron como Enigma descendía corriendo hasta traspasar los límites de la hermosa Ciudad.


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8defalult Re: El Nacimiento de una Era Jue Jun 04, 2009 10:00 pm

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***


En la oscura habitación, apenas iluminada por la lumbre que emitía una débil tea colocada en una esquina, dibujaba su sombra, contornos difusos, de una danza primitiva. Las sombras oscuras de la pared y las llamas de aquella antorcha proyectaban dos cuerpos unidos en un compás que se tornó violento. Dominación y sumisión jugaban a un antiguo juego que emitía un ronroneo constante, una música torva.

Desparramados a lo largo de la habitación yacían las vestiduras. Las prisas habían primado en el encuentro y el suelo se encontraba regado de las pertenencias de los amantes. Las botas se encontraban junto a la puerta principal, los brazales estaban a medio camino entre la puerta y el mobiliario, pero las armas se encontraban a los pies de la basta cama de madera engalanada de tallas de criaturas extrañas que blandían armas u otros artilugios aun más raros y rematada con una translucida y liviana cortina. Una cota de mallas de un color bronce oscuro, relucía en la penumbra provocando destellos a la par de los movimientos sinuosos de la danza de la llama dando al momento una tónica misteriosa.

Dos ojos fríos observaba la escena, oculto en el resguardo seguro de la sombra proyectada en la esquina más alejada. Aquel par de ojos siguió observando a los amantes entregarse al intercambio libidinoso, pero apartó la vista y estudió con detenimiento cada una de las pertenencias que había en la habitación.

Con irónica risa muda pensó que la primera pertenencia que había en esa habitación era la mujer, pero esa noche tendría que esperar, si ella aun no lo sabía, pronto entendería que el era su dueño, pero después de todo, hoy sin saberlo, le estaba sirviendo bien, aunque no fuera de la forma que hubiese deseado él.

Apartó de su mente estúpidas distracciones y continuó su labor. No podía estar lejos, pues yacían desnudos y el amante no tenía otra cosa entre las manos que no fuera a su Guardiana.

Rememoró el acertijo ”Cuando los dos grandes reyes caigan, las serpientes tendrán con él su velada, los dados probarán su suerte, y las cartas estarán echadas”
Tenía claro que la primera estrofa no daba lugar a dudas, como tampoco la tercera, que hablaba de él mismo, y la última tampoco dejaba mucho opción a la interpretación, si embargo, la segunda podía quizá ser una frase dentro de otra frase, y tal vez, La Conocedora solo le mostró la frase más obvia o tal vez la menos.

Forcejeó con él mismo varios minutos más, sin embargo nada se le vino a la mente, y la presión ejercida por la inminente finalización del encuentro solo hizo incrementar aun más su desesperación. A punto estuvo de abandonar cuando en último vistazo a los amantes descubrió las armas de estos en los pies de la cama, y observó el látigo de cabezas de sierpes, enroscados entre sí.

“las serpientes tendrán con él su velada” ¡Eso era! Las cabezas del látigo eran las serpientes, y la alusión a “él” era a la pluma, puesto que la pluma adopta la naturaleza del portador. El látigo debía custodiar la pluma, de ahí que permaneciera enroscado sobre si mismo. El problema ahora constituía en como llegar hasta los pies de la cama donde seguían los amantes su juego infernal sin ser descubierto.

De pronto entendió mejor la tercera estrofa “Los dados probarán su suerte”. Debía probar suerte, y jugársela. Al fin y al cabo, las cartas como bien le había vaticinado Belia ya estaban echadas.

Se zambulló en el suelo con la suavidad de una hoja al caer y ser mecida con el viento, y rodó a lo largo de las sombras que apenas había a medida que se acercaba a los pies de la cama. Sus ropajes ligeros, oscuros y negros como la noche más cerrada le proporcionaban una ventaja en la tarea, pues su cuerpo semi iluminado por las débiles luces de la cámara le conferían el aspecto de una sombra que proyectaba el mobiliario de la habitación.

Estaba lo bastante cerca como acercar la mano al látigo, pero recordaba que aquel instrumento de tortura siempre que se acercaba lo suficiente lo detectaba haciendo sonar un tintineo como el sonido de un cascabel, o las cabezas simplemente señalaban en la dirección en donde se hallará oculto.

Observó con ojos recelosos la fabulosa arma de la guardiana, y supo al instante que el objeto lo delataría en cuanto pusiese una mano sobre el, sin embargo aquella era la única forma que veía posible de hacerse con “la pluma” pues el artilugio no soltaría a su presa a menos que se ejerciera cierta presión sobre sus extensiones, y eso requería tiempo del cual no disponía.

Estaba en una situación precaria, cerca de los pies de la cama, pero lo suficientemente apartado para ser descubierto en cualquier momento, pero ya había ideado un plan desesperado, era su única salida.
Espero pacientemente a que los amantes se entregaran a fondo a su candorosa pasión y cuando el ronroneo se convirtió en frenéticos gemidos supo que era el momento.

Aguardó unos segundos más hasta que se escuchó el borboteo inconfundible de un grito primitivo, espasmódico, y el gemido de ella, se unió al de él, en la culminación de su juego privado.
Enigma, aferró raudo la empuñadura del látigo, y las extensiones de este se agitaron emitiendo el tintineo inconfundible del cascabel, pero no soltaron a su presa como ya suponía, sin embargo y como también suponía, aquel sonido quedo solapado y mezclado con los gritos que lanzaron ambos amantes cuando el clímax los transportó a lo alto de una caída en picado por los senderos del placer que parecían en sus gargantas ríos de lava ardiente.

Rodó con igual velocidad hasta la esquina de la habitación más cercana y se agazapó sobre el mismo como un felino aprovechando el escandaloso espectáculo que tenía ante sus ojos. Se deslizó por la pared rápidamente pues las cabezas seguían emitiendo ese endiablado sonido mágico y con la maestría de su arte abrió la puerta con un sonido mudo, y la cerró tras el.

Recorrió los pasadizos oscuros de la fortaleza sombría del Balior con extrema cautela, forcejeando a cada paso con los apéndices del látigo, que asían como un férreo custodio la reliquia.

Maldijo una y otra vez, aquel endemoniado látigo no dejaba de tintinear y pronto delataría su ubicación si no se deshacía de el. Desenvainó su espada corta, y la metió en la pequeña abertura que ofrecía el látigo, que parecía un puño cerrado. Hizo presión hacia un lado para dilatar el pequeño hueco y de él emanó un suave resplandor. Si tan solo pudiera tocar el extremo y tirar de ella, pensó esperanzado.

Se encontraba lejos de la fortaleza pero cerca de sus puertas, y aquello suponía otro problema, si se acercaba demasiado a la puerta obligaría a Maasu a aparecer, como guardiana estaba conectada a todas las entradas visibles e invisibles del Balior, sin embargo, esta no siempre aparecía, pues sus obligaciones como comandante la mantenían alejada, pero de seguro mandaría a algún subordinado, que posiblemente no lo viera.

Forzó un poco más con la daga la abertura, y la presión ejercida por los apéndices del látigo cedieron unos centímetros. La suave luz iridiscente que emitía la pluma parpadeaba en golpes de intensidad, como los latidos de un corazón vivo.

Deslizo dos de sus finos dedos en la abertura. Un poco más, pensó mientras presionaba intentando alcanzar el extremo de la pluma.

De pronto su boca se curvó en una mueca de placer cuando sintió rozar el extremo del objeto, y sintió una suave y placentera descarga que lo recorrió fugazmente desde la nuca hasta la espina dorsal, recorriendo luego cada una de las ramificaciones de su cuerpo que lo embargo de una sensación de seguridad y plenitud. Alentado por los acontecimientos hundió un poco más los dedos, y para su asombro, las cabezas de sierpe cedieron a su empeño, cayendo como inertes a sus pies.

Cuando alzó la pluma entre sus dedos temblorosos, sintió una punzada que lo atravesó de punta a punta, insuflando en el una energía desconocida que se abría paso en su delgado cuerpo, imperando su esencia. Apretó la pluma entre sus manos y la guardo dentro de la cota, junto a su pecho.
Corrió para salir del Balior, y sintió que sus ahora veloces pies casi se elevaban al emprender de la huida.
Se paró en seco para mirar atrás y comprobar que en tan solo un par de segundos había dejado a una distancia desmedida el Balior y soltó una carcajada sonora en medio de la inmensidad, la nada, en aquel extenso terreno baldío que separaba Éberon del Balior, una carcajada que le obligó a diblarse de la risa. Su carcajada repiqueteaba en el vacío, provocando un persistente eco como respuesta a la risa.


- No es que me importe, pero has traspasados tus límites... ¿No crees?

Alzó la vista siguiendo el sonido de las palabras, y encontró a la Tejedora de sueños suspendida en el vacío. Su hermosa cabellera larga, levitaba con ella, y describía ondas sinuosas. Estaba envuelta en una especie de aura purpúrea y blanca y lo observaba con expresión agria.

Enigma se encogió de hombros, y mostró una media sonrisa fría como el hielo.

- No te recomiendo que te Interpongas en mi camino- Añadió con tranquilidad- este no es un asunto que te concierna.

- No es que me importe demasiado- repitió con igual tranquilidad- … ¡Pero me importa!- Y lo señaló.

En una fracción de segundo de la punta de su dedo emergió un rayo cegador cargado de una luz potente que sobrevoló el espacio que los separaba en dirección al objetivo. Enigma no se apartó, si no que desenvainó con una velocidad vertiginosa ambas espadas cortas describiendo cada una en el aire un giro perfecto contrario a las agujas de un reloj, uniéndose a la par en una cruz y las interpuso en la trayectoria, que produjo un fuerte estallido al contactar el potente hechizo con los aceros.

- Vas a tener que hacerlo mejor, maga- y la última palabra, emitida con cierta burla, sonó como una bofetada en plena rostro para la tejedora que chasqueó la lengua fastidiada.

Un segundo después, la Tejedora comenzó una serie de sucesivos hechizos iguales al primero que intentaban refrenar el avance frenético que había emprendido Enigma en dirección a ella. El juego de fintas, esquivas, y retrocesos que ejecutaba el pícaro con impecable perfección había adquirido el cariz de una danza. Se movía con agilidad asombrosa y esquivaba los proyectiles mágicos con la diestra o la siniestra según se diera el caso.
De pronto, desapareció de la vista de la Tejedora, y esta, asombrada, parpadeo dos veces antes de sentir la fria daga hendirse en la blanda carne de su blanquecino y delicado cuello.
El Nacimiento de una Era Tejedoravsenigma

El delgado cuerpo cayó lánguido al vacío, desplomándose como una sucesión de imágenes lentas y confusas ante la mirada indiferente de Enigma.
- Te dije que no era asunto tuyo.
Masculló mientras limpiaba la hoja ensangrentada contra la tela que cubría su antebrazo y se giró con tranquilidad dispuesto a irse sin mirar atrás pero algo refrenó su paso.
- Y yo te he dicho, que has sobre pasado los límites.
Esta vez, la que sonrió fue la Tejedora para molestia de Enigma. Frente a él, la maga levitaba con elegante suavidad, tal y como se había presentado en un principio al pícaro.
- Debes creerte muy listo, o ser demasiado tonto para creer que esta maga- enfatizó adrede- Es aquella que has matado.
La miró anodino, y se encaminó hacía ella, dispuesto a zanjar el tema de una vez. Primero sus pasos fueron lentos, pero a fue ganando velocidad a medida que se aproximaba a ella.
- ¿Acertarás esta vez?- Rió.- Siempre puedes derrotar a esta...
Y otra Tejedora apareció en un punto más alejado.
-O quizá a aquella….- Más imágenes idénticas aparecían a un lugar y a otro.
Enigma farfulló cansado de los juegos de la mujer y con el semblante sombrio y un brillo peligroso en sus ojos, volvió a desenvainar ambas espadas cortas de sus vainas. Su cuerpo irradió una potente energía que lo hizo brillar con una luz potente.
- Eso está bien. ¡¡¡Se la luz que guíe a mis hechizos!!!-Un conjuro comenzó a trazarse al unisono entre todas las Tejedoras de Sueños.
La Tejedora sabía a quien se enfrentaba, al mejor en su arte, pero temía que esa destreza implacable y perfecta tenía más que ver con los poderes que había adquirido con la pluma que con sus poderes innatos, y entendió el porque del apodo de Antiel, pues era a causa de la pluma que sus defensas fueran impenetrables.

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