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Nueva Era
Día 15, Trigésimo Mes
Plenilunio
En el albor de los tiempos de Eternia, en el nacimiento de las primeras civilizaciones, cuando la tierra era dominada por las preimeras tribus bárbaras y nomadas y Berekost no era más que una apestosa cienaga, los cielos se incendiaron y las nubes cubrieron el azul baldio del firmamento con un juego de extrañas nubes de color rojizo y ocre.
Fue entonces cuando de los cielos descendió una lluvia mortal de meteoritos y de las entrañas de la tierra se alzó un poderoso monolito de piedra de ónice, negro como la noche, frio como el acero, que contenia en su interior un corazón latente y vivo.
Aquello hizo resurgir y elevar a las cotas más altas a Berekost. La simple mención del nombre de nuestra gloriosa ciudad producía en nuestros enemigos un más que visible tlembor mortecino. Cada día nuestras legiones arrasaban y asolaban otras civilizaciones dejando a su paso más que el murmullo del la leña calcinada y el penetrante aroma de la sangre derramada.
Cada vez poseíamos más tierras, más riquezas, más aliados, y más coaliciones...nuestras acciones pasadas fueron fecundas gracias al poder que encerraba el monolito que con su bendición oscura conseguía que nuestras campañas siempre fueran victoriosas. Sin embargo, un día...Una hermosa loca apareció en Berekost.
Presagiaba a gritos la destrucción del monolito por aquellos que se llamaban a ellos mismo los justos, los pueblos del norte clamaban vendetta. Allá donde fuere advertía a quien la quisiera escuchar que Erina, nuestro antagónico enemigo, se había preparado para la guerra, reuniendo a más de diez mil soldados que formaban la hueste. Humanos, elfos y enanos habían reunido conjuntamente sus tropas y habían formado una perfecta Triada.
Fue entonces cuando de los cielos descendió una lluvia mortal de meteoritos y de las entrañas de la tierra se alzó un poderoso monolito de piedra de ónice, negro como la noche, frio como el acero, que contenia en su interior un corazón latente y vivo.
Aquello hizo resurgir y elevar a las cotas más altas a Berekost. La simple mención del nombre de nuestra gloriosa ciudad producía en nuestros enemigos un más que visible tlembor mortecino. Cada día nuestras legiones arrasaban y asolaban otras civilizaciones dejando a su paso más que el murmullo del la leña calcinada y el penetrante aroma de la sangre derramada.
Cada vez poseíamos más tierras, más riquezas, más aliados, y más coaliciones...nuestras acciones pasadas fueron fecundas gracias al poder que encerraba el monolito que con su bendición oscura conseguía que nuestras campañas siempre fueran victoriosas. Sin embargo, un día...Una hermosa loca apareció en Berekost.
Presagiaba a gritos la destrucción del monolito por aquellos que se llamaban a ellos mismo los justos, los pueblos del norte clamaban vendetta. Allá donde fuere advertía a quien la quisiera escuchar que Erina, nuestro antagónico enemigo, se había preparado para la guerra, reuniendo a más de diez mil soldados que formaban la hueste. Humanos, elfos y enanos habían reunido conjuntamente sus tropas y habían formado una perfecta Triada.
Nadie escuchó a la hermosa loca que reía sin parar dando poca o ninguna credibilidad a sus palabras agoreras... Para mi fue tarde cuando la encontré. Tan solo era un jóven acólito, pero en cuanto la vi supe que era ella, Morka, y ella me reconoció, y con una sonrisa de burla desapareció.
Cuando me dispuse a dar la voz de alarma, una bola de fuego de dantescas dimensiones sobrevoló las murallas y destrozó el monolito, haciéndolo estallar en mil pedazos. Era demasiado tarde la guerra había estallado con funesto final.
Sin embargo, hay esperanzas después de todo, pues alcancé a ver que de aquel monolito ascendía a los cielos la revelación de su secreto interior...una hermosa pluma, negra como la noche más cerrada. El legado de Berekost.
Cuando me dispuse a dar la voz de alarma, una bola de fuego de dantescas dimensiones sobrevoló las murallas y destrozó el monolito, haciéndolo estallar en mil pedazos. Era demasiado tarde la guerra había estallado con funesto final.
Sin embargo, hay esperanzas después de todo, pues alcancé a ver que de aquel monolito ascendía a los cielos la revelación de su secreto interior...una hermosa pluma, negra como la noche más cerrada. El legado de Berekost.
El Sumo Preceptor de Berekost
