VELAZKA, DIOSA DEL ETERNO ACORDE
Símbolo: Arpa
Alineamiento: Caótico Neutral, Caótico Bueno, Neutral Bueno.
Arma predilecta: Cimitarra
Dominios: Viaje, Magia, Superchería, Protección.
Principales Seguidores: Bardos, Agentes Arpista.
Velazka, llave de su ciudad, es la gran guardiana de la puerta Dorada de Éberon. Todo aquel que desea entrar en el Reino del Hacedor debe rendir cuentas a ella.
De carácter débil, dulce e introvertida, ama a su padre, El Hacedor, y comparte con el, por encima de todas las cosas, el amor por la vida, y por sus hijos de Eternia.
Tras la caída de Antiel y Maasu, y la forzada retirada de sus hordas al bajo Balior, Velazka se culpabilizó del haber puesto en un peligro letal a Éberon y con ello a todos los Dioses y a los hijos mortales de Eternia que tanto cuidaban y amaban.
Inundada por la culpa, se atormentaba sin descanso por su fatal descuido en las horas interminables de la existencia de un Dios.
Guiada por los remordimientos se adentro en la garganta de los condenados, tierra divisoria entre Balior y Éberon, una basta extensión, lúgubre y siniestra, donde las almas errantes vagan sin rumbo, perdidas en la inmensidad del vacío y la atemporalidad.
Allí, en la nada, bajo el más estricto silencio, suspendida sobre una nube de polvos iridiscentes, permanecía absorta tejiendo con sus blanquecinos dedos los hilos mágicos de su telar cuando Velazka encontró a La Tejedora de sueños, que había sido espectadora y participante involuntaria en la guerra que mantenía el panteón.
Al llegar a su altura y sin alzar su rostro, los dedos de la tejedora cesaron en su labor y sin mediar palabra alguna, surgieron de la nada Antiel, Maasu y Enigma que rompieron el mudo pacto de silencio, llenando el lugar de sus grotescas carcajadas.
El sonido de sus risas le martilleaba en las sienes incesantemente, sus imágenes se confundían unos con otras. Se sintió perdida, y miró a la tejedora, que permanecía indiferente ante el macabro cuadro.
Velazka sintió la punzada de la traición y retrocedió dos pasos dispuesta a no dejarse vencer, y con un suave movimiento de sus dedos una pequeña arpa surgió de la nada emitiendo fuertes notas como latidos de un vivo corazón.
Elevó su suave voz por encima de las risotadas, y como si fuera un huracán, de su garganta surgió la más potente melodía, adornada de una satírica lírica que condenaba a Antiel, Maasu y Enigma.
Las imágenes se quebraron, y la ilusión terminó. No había sido más que otro juego cruel de la caprichosa tejedora.
Velazka, hincó una rodilla en el suelo obcecada en su empeño a no irse sin lo que había venido a buscar y le rogó que sellara la Gran Puerta Dorada, no convencida de sus propias habilidades como guardiana, sin embargo la tejedora no estaba dispuesta a inclinar la balanza una vez más en favor de Éberon.
Una imagen de la Tejedora apareció a la altura de la Diosa y tras observarla con cierta expresión de burla, le advirtió y aclaró a Velazka que su intermediación había sido respuesta a su propia vanidad y a su férrea voluntad de poder controlarlo todo, Bien y Mal, y si bien, en este sentido, había sido beneficiado unos, de cualquier otra forma podían obtener su favor otros.
Velazka alzó el rostro mientras se incorporaba dispuesta a hacer alarde de la niña inocente y dulce que llevaba en su interior, pero sus sentidos la hicieron ponerse alerta, su agudizado oído sintió el eco tardío de unos dados rodar. Conocedora de los sonidos, supo antes que la Tejedora, que Enigma se acercaba, e intuyó el vínculo que estos compartían. Miró a la Tejedora, y recordó que había intercedido por ella.
Sin decir más, se alejó y se prometió que en los tiempos venideros endurecería su carácter, pues de ella dependía el destino de Éberon. Ella, era la guardiana Suprema de la Gran Puerta Dorada.
Alineamiento: Caótico Neutral, Caótico Bueno, Neutral Bueno.
Arma predilecta: Cimitarra
Dominios: Viaje, Magia, Superchería, Protección.
Principales Seguidores: Bardos, Agentes Arpista.
Velazka, llave de su ciudad, es la gran guardiana de la puerta Dorada de Éberon. Todo aquel que desea entrar en el Reino del Hacedor debe rendir cuentas a ella.
De carácter débil, dulce e introvertida, ama a su padre, El Hacedor, y comparte con el, por encima de todas las cosas, el amor por la vida, y por sus hijos de Eternia.
Tras la caída de Antiel y Maasu, y la forzada retirada de sus hordas al bajo Balior, Velazka se culpabilizó del haber puesto en un peligro letal a Éberon y con ello a todos los Dioses y a los hijos mortales de Eternia que tanto cuidaban y amaban.
Inundada por la culpa, se atormentaba sin descanso por su fatal descuido en las horas interminables de la existencia de un Dios.
Guiada por los remordimientos se adentro en la garganta de los condenados, tierra divisoria entre Balior y Éberon, una basta extensión, lúgubre y siniestra, donde las almas errantes vagan sin rumbo, perdidas en la inmensidad del vacío y la atemporalidad.
Allí, en la nada, bajo el más estricto silencio, suspendida sobre una nube de polvos iridiscentes, permanecía absorta tejiendo con sus blanquecinos dedos los hilos mágicos de su telar cuando Velazka encontró a La Tejedora de sueños, que había sido espectadora y participante involuntaria en la guerra que mantenía el panteón.
Al llegar a su altura y sin alzar su rostro, los dedos de la tejedora cesaron en su labor y sin mediar palabra alguna, surgieron de la nada Antiel, Maasu y Enigma que rompieron el mudo pacto de silencio, llenando el lugar de sus grotescas carcajadas.
El sonido de sus risas le martilleaba en las sienes incesantemente, sus imágenes se confundían unos con otras. Se sintió perdida, y miró a la tejedora, que permanecía indiferente ante el macabro cuadro.
Velazka sintió la punzada de la traición y retrocedió dos pasos dispuesta a no dejarse vencer, y con un suave movimiento de sus dedos una pequeña arpa surgió de la nada emitiendo fuertes notas como latidos de un vivo corazón.
Elevó su suave voz por encima de las risotadas, y como si fuera un huracán, de su garganta surgió la más potente melodía, adornada de una satírica lírica que condenaba a Antiel, Maasu y Enigma.
Las imágenes se quebraron, y la ilusión terminó. No había sido más que otro juego cruel de la caprichosa tejedora.
Velazka, hincó una rodilla en el suelo obcecada en su empeño a no irse sin lo que había venido a buscar y le rogó que sellara la Gran Puerta Dorada, no convencida de sus propias habilidades como guardiana, sin embargo la tejedora no estaba dispuesta a inclinar la balanza una vez más en favor de Éberon.
Una imagen de la Tejedora apareció a la altura de la Diosa y tras observarla con cierta expresión de burla, le advirtió y aclaró a Velazka que su intermediación había sido respuesta a su propia vanidad y a su férrea voluntad de poder controlarlo todo, Bien y Mal, y si bien, en este sentido, había sido beneficiado unos, de cualquier otra forma podían obtener su favor otros.
Velazka alzó el rostro mientras se incorporaba dispuesta a hacer alarde de la niña inocente y dulce que llevaba en su interior, pero sus sentidos la hicieron ponerse alerta, su agudizado oído sintió el eco tardío de unos dados rodar. Conocedora de los sonidos, supo antes que la Tejedora, que Enigma se acercaba, e intuyó el vínculo que estos compartían. Miró a la Tejedora, y recordó que había intercedido por ella.
Sin decir más, se alejó y se prometió que en los tiempos venideros endurecería su carácter, pues de ella dependía el destino de Éberon. Ella, era la guardiana Suprema de la Gran Puerta Dorada.